En las siguientes líneas, los investigadores J.A. Hernández-Malagón, R. Muíño y M. Camiña (Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago de Compostela); C. Rodríguez (Diputación de Lugo); E. López (Innogando); M.E. Rodríguez y J. Cantalapiedra (Consellería del Medio Rural de la Xunta de Galicia), y P. Vaz (Escola Agraria Superior de Ponte de Lima) analizan las características y sintomatología de esta enfermedad, y ofrecen algunas recomendaciones para su prevención y control.
La enfermedad nodular cutánea bovina [en inglés, Lumpy Skin Disease o LSD], también conocida como la dermatitis nodular contagiosa (DNC), es una enfermedad vírica que afecta principalmente a los bovinos. El virus es trasmitido principalmente por mosquitos, tábanos y otros insectos hematófagos, y, en menor medida, por el contacto directo con secreciones nasales, saliva, leche y lesiones cutáneas de animales infectados.
Presente de forma habitual en muchos países del África subsahariana, en la última década se ha propagado a Oriente Medio, los Balcanes y Europa sudoriental (Grecia y Bulgaria). En los últimos años, se notificaron brotes en varios países del entorno, como Francia e Italia, y recientemente se han confirmado focos en España, todos ellos en la provincia de Girona (Cataluña). Dada la rápida capacidad de propagación del virus y las graves consecuencias económicas que puede tener para el sector bovino, resulta esencial mantener un alto nivel de prevención, alerta y vigilancia por parte de los ganaderos y de los servicios veterinarios oficiales.
Es importante aclarar que esta patología no es una zoonosis y, por tanto, no se transmite a las personas, ni por contacto directo con los animales ni por el consumo de productos de origen animal (leche o carne).
CAUSA, HOSPEDADORES Y EVOLUCIÓN DE LA ENFERMEDAD
La enfermedad nodular cutánea bovina está causada por un virus del género Capripoxvirus, de la familia Poxviridae, al que también pertenecen los virus de la viruela ovina y caprina. Es un virus muy resistente, capaz de sobrevivir en el ambiente durante periodos de 35 días, incluso en costras secas desprendidas de la piel de los animales. Por este motivo, la limpieza y desinfección rutinaria en las explotaciones son fundamentales en la prevención de esta enfermedad. En estudios realizados de forma experimental en condiciones de campo, se determinó un período de incubación de 1 a 5 semanas, apareciendo los primeros síntomas de fiebre entre los días 6 y 9, y las primeras lesiones cutáneas en el lugar de la inoculación entre los días 4 y 20 (CFSPH, 2009).
Los principales hospedadores son los bovinos (Bos taurus y Bos indicus) y el búfalo de agua (Bubalus bubalis), aunque también han sido declarados casos de manera puntual en orices (Oryx beisa), jirafas (Giraffe) e impalas (Aepyceros melampus).
En la Unión Europea (UE) está catalogada como una enfermedad de declaración obligatoria (EDO de categoría A), lo que significa que, en caso de aparición de algún foco, se deberán aplicar medidas de erradicación, control de movimientos (MAPA, 2025) y vigilancia epidemiológica, tal y como se recoge en los Reglamentos de la UE 2016/429 y 2020/2002.
La incidencia, sintomatología y gravedad de esta enfermedad son muy variables y dependen de múltiples factores, como son las condiciones climatológicas y de bioseguridad, el control de vectores, las vías de inoculación, la limpieza, la susceptibilidad del huésped, la raza, la edad y la orientación productiva entre otros. En general, aparecen más casos en climas húmedos y cálidos, y tienen mayor susceptibilidad los terneros, vacas en periodo de lactación, el ganado vacuno de orientación lechera y los bovinos europeos (Bos taurus). La mortalidad suele ser baja, inferior al 3 %, aunque en algunos brotes excepcionales se han registrado valores de hasta el 20 %. La recuperación de los animales suele ser lenta, afectando considerablemente a su producción y muchos quedan con cicatrices profundas en la piel, lo que reduce su valor comercial de los cueros.
SIGNOS CLÍNICOS
Los signos clínicos (tabla 1) pueden variar mucho, desde animales que apenas muestran síntomas en la inspección visual hasta casos graves mucho más evidentes.
El primer signo suele ser la fiebre alta (40-41 ºC), que aparece a los pocos días de la infección. Poco después del inicio de la fiebre, y generalmente entre los días 7 y 19 tras la infección, aparecen nódulos en la piel y en las mucosas.
Son lesiones firmes, bien delimitadas, de superficie plana y de 1 a 7 cm de diámetro, que pueden observarse en distintas zonas del cuerpo (figura 1). Estos nódulos pueden supurar y necrosarse en el centro, formando unas costras duras y hundidas, muy adheridas a la piel y al músculo. Estas lesiones, conocidas como sit-fasts, son características de la enfermedad y al desprenderse pueden dejar cicatrices profundas. Con frecuencia, este proceso se complica con la aparición de infecciones bacterianas secundarias, ulceraciones en las mucosas y ubres, e inflamación de los ganglios linfáticos.
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